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El Día Que Pensé en Rendirme


"Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada." Santiago 1:2-4

Hay momentos en nuestras vidas que son inolvidables por la felicidad que traen y otros por lo difícil que son. Cada uno de nosotros, en algún momento u otro experimentamos dificultad. No hay nadie que esté exento. En los años que le he servido a Dios, he aprendido que las pruebas me han ayudado a desarrollar un carácter más como el de Cristo. Debo reconocer que no ha sido fácil y que han habido momentos en que he cuestionado a Dios por lo que El ha permitido.

Nunca olvidaré que tuve uno de esos momentos el año pasado. Entre citas médicas de mi esposo y la monotonía de la vida cotidiana, me había cansado. No entendía como Dios había podido permitir otra situación de salud muy delicada en mi esposo y que por segunda oportunidad, su vida peligraba. Recuerdo que estando con el cardiólogo que iba a operar a Elmer, comencé a sentir mucha ansiedad. Sentía que me habían atado las manos y que en mi rol de "super mamá/esposa", no podría hacer absolutamente nada para salvar a mi esposo de otro momento amargo.

Al instante, pude escuchar la voz del Espíritu Santo hablar a mi espíritu y decirme que El estaba en control total de la situación. Al Dios hablar a mi vida, decidí excusarme del cuarto donde estábamos y dirigirme hacia el baño para orar. Las enfermeras que estaban en el pasillo me preguntaban, "Señora Noriega, ¿usted necesita algo?" y yo insistía que no pues mi corazón se había endurecido. Recuerdo que entré al baño y no podía parar de llorar y comencé a preguntarle a Dios: "Por qué razón Tu permites esto? Yo te he servido tanto tiempo fielmente. ¿No ves como sufre mi esposo y toda nuestra familia cada vez que recibimos otra mala noticia? Si esta vez, tienes algo en Tu agenda, explícamelo. No puedo verlo sufrir". Recuerdo que su presencia inundó ese baño, y esa voz apacible que tanto anhelaba escuchar, lleno mi corazón de tranquilidad al decirme, "No temas. Yo estoy con ustedes."

De un momento para otro, la angustia que sentía se tornó en valentía y comencé a interceder en el Espíritu. Comencé a levantar mis manos en forma de rendimiento y agradecimiento a Dios por haber tratado conmigo y por ser tan paciente.

Justo afuera de la puerta, podía escuchar a las enfermeras hablar entre sí sobre nuestra situación, pero en realidad, no me importó que me hayan escuchado orar y llorar como una bebé. Era exactamente lo que tenía que suceder para que el Padre tratara conmigo. Salí de ese baño después de 15 largos minutos, sintiéndome renovada y empoderada por el Señor para pelear en el espíritu y no en mis fuerzas.

Quizás tu también estas en una situación similar a la mía y te sientes derrotado o desanimado. Quiero que recuerdes que eso nos pasa a todos y que le servimos a un Dios que está interesado en lo que les pasa a Sus hijos. El no está ciego a tu situación y le importas mucho. En este mismo instante, El está moldeándote para te parezcas más a El. Te quiere moldear porque como cada buen Padre enseña a sus hijos para que ellos caminen como el, hablen como el y en fin tengan su identidad, nuestro Padre celestial también desea ver en ti esa criatura que se parece a El. Ese proceso no es fácil, pero vale la pena. Confía tus pruebas a Dios, El sabe lo que hace. El está y siempre estará en control. ¡¡NO TE RINDAS!!

 
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